jueves, 2 de junio de 2011

Allí andábamos los dos...


Allí andábamos los dos. Sentados en un banco de la Plaza Dos de Mayo, cigarrillo en la mano y mirando a la gente que hacía botellón. Los bares habían cerrado hacía tiempo pero no teníamos ganas de irnos a dormir. Nos perseguían historias, ganas de dejar nuestro nombre gravado en alguna canción, en alguna línea y un pasado con el que no acabamos de reconciliarnos.
Mientras la ceniza se caía al suelo cantábamos que nunca habíamos sentido igual una derrota que cuando nos dijeron se acabó. Se acabaron los besos, se acabaron las seis cuerdas, las melenas al viento y las chupas de cuero. Que necesitábamos una vida seria, trabajo de 8 a 3 y una novia formal. Que había que dejar de darse de ostias con el tiempo, que ya no teníamos edad para seguir soñando y que los subrayadores se nos secaban en la mesa.
Nos habíamos empeñado en llenar la botella de nuestras vidas con un licor de sabor suave. Pero no queríamos sabores suaves. Queríamos el sabor amargo, el que escuece, el que deja el whisky barato. Queríamos ser los eternos adolescentes que arrastraban zapatillas desatadas, que fumaban escondidos en el patio de la escuela, que flipaban con los solos de Platero y Tú y escribían en las paredes de los baños.
¿Para qué queríamos un futuro? ¿Para que queríamos un despacho y una corbata? Nos la sudaban y bastante, la ropa que llevábamos en aquel momento y el último temazo de la radio. A mí me bastaban tinta y papel, a él seis cuerdas y un ampli, y a los dos un escenario. La única ley que nos preocupaba era la de no poder fumar en los bares mientras nos bebíamos una cerveza y escuchábamos rock kalimotxero de los 90.
Ahora Fito suena en los 40, las pijas llevan pitillos y Robe presenta sus discos en el palacete de la SGAE. Pero para nosotros aquellos tiempos no han acabado. Que cojones. Seguiremos mirando el cielo de Madrid, llenando de ceniza las puertas de los bares y mirándonos y preguntándonos sin aun tenemos ese fuego dentro de nosotros.
Nos conocimos con 16 años. Yo acababa de llegar a la Gran Ciudad y no tenía ni idea de manejarme en metro. Coincidimos en la misma clase y durante el primer día no cruzamos palabra. Sin embargo, después de sonar el timbre, apoyados en unos coches, sonó un guitarrazo en mi móvil, y él movió las melena rubia que llevaba por aquellos tiempos y señalándose la camiseta de desteñida de Extremoduro me dijo ¿Te mola el rock? Mientras le salía humo por la nariz y jugaba con las zapatillas Adidas marrones y rotas que aun tiene que conservar en algún armario.

P.D. El autor esta preciosa canción , escritor de la letra y voz es Ignacion Sánchez "Chapa" que me acompaño aquella noche que nos hartamos de estar en discotecas y quisimos buscar un bar a la antigua usanza, y de muchos dias más.

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